El pasado miércoles 11 de marzo del 2015 falleció don Sergio Casanova Casanova, y seguramente con él, su música, artesanía e historias sobre el oficio de su vida, el de organillero. Fundador de una de las familias numerosas e históricas de la tradición chinchinera y organillera en chile, a sus 81 años de edad, Sergio Casanova deja un tremendo legado en sus hijos Sergio, Roberto, Cesar y Antonio, sus nietos y bisnietos.

Llego desde el sur a Santiago en los años 40, como muchos en busca de nuevas oportunidades, de joven partió acompañando a un organillero apodado como “El abuelo” a quien ayudaba cargando un organillo trompeta en la espalda, instrumento de más de 30 kilos, así se enamoró de un oficio que lo acompañaría toda su vida. A los 14 años de edad comenzó a arrendar un organillo de la señora Raquel, propietaria de muchos de estos instrumentos en los años 40 y 50, allí Sergio Casanova conoció a chinchineros y organilleros de la época como “el ñato lata”, “el abuelo”, “el pirula” y muchos que como él pasaron inadvertidos a la historia y estuvieron alejados de reconocimientos, pero pese a ello persistieron gracias al aplauso y cooperación de su pueblo. Por medio del organillero Gustavo Muñoz, Sergio Casanova compro su primero organillo, un 19 al cual apodaba como “El pajarillo” con él se hizo de un oficio en torno a la artesanía de juguetes populares, tradicionales de los organillero como chicharras y remolinos además de rutas y recorridos por las calles de un Santiago ya extinto el cual adornaba con sus melodías y presencia, quizás los únicos registros significativos de don Sergio Casanova junto a sus hijos, lo podamos encontrar en el maravilloso artículo de Juan Emilio Lafontaine para la serie “Nosotros los Chilenos” de la editorial Quimantú en el año 1971 y el cortometraje de la Fundación Eduardo Frei Montalva “El organillero” (1970), registro donde Sergio Casanova es protagonista con su instrumento por los barrios del centro de Santiago.

Fuera de la vorágine del tiempo de la ciudad, hoy se despide desde sus márgenes junto a sus colegas, organillos y chinchines, a un artista que, pese al no reconocimiento, la precariedad y la posibilidad de no existir, fue fiel a su vida, a su pueblo, a su andar y a su oficio, de forma digna, persistiendo por más de 60 años como un artista callejero que quiso alimentar el alma de la ciudad y que hoy nos deja un legado oculto que descubrir.

Gabriel Lautaro.

Viernes 13 de marzo, 2015.